Fray Jozo Sovko
- Apostolado Gospa RPI
- 26 ago 2020
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Actualizado: 15 sept 2020
Fray Jozo Zovko nació en Uzarici, Bosnia y Herzegovina, en 1941. Estudió Teología en Sarajevo y Ljubljana. Fue ordenado sacerdote en 1967. Entre sus trabajos destaca su participación en la Comisión Pax de la Conferencia Episcopal Yugoslava para la elaboración de los libros de catequesis durante la etapa comunista. Estudió Pedagogía Religiosa en la Universidad de Graz (Austria) y en 1980 fue nombrado párroco de Medjugorje. Sufrió prisión en Mostar desde agosto de 1981 hasta febrero de 1983.
El padre Jozo Zovko fue párroco de Medjugorje durante diez meses, desde octubre de 1980 hasta que comenzaron las supuestas apariciones y fue encarcelado por las autoridades comunistas. Es, por tanto, un testigo de excepción de lo acontecido en Medjugorje.
Una vez que salió de la cárcel fue párroco de Tihaljina entre 1985 y 1991, año en el que le nombran Guardián del Monasterio de Siroki Brijeg. Durante la guerra de Bosnia habló ante el Consejo de Seguridad de la ONU, en Nueva York y en el Euro-parlamento. Es fundador del Patronato Internacional para los Niños Huérfanos de Bosnia-Herzegovina e impulsor de la construcción del Instituto de la Sagrada Familia, que garantiza el alojamiento, educación y formación de jóvenes privadas de sus padres a causa de la guerra.
Como pàrroco de Medjugorje ha indicado lo siguiente:
Medjugorje es un aeropuerto mundial de la conversión. Cuando estás en Medjugorje, te parece que todo el mundo está dentro, que todo el mundo es cristiano, católico, porque aquí vienen de todas partes para orar y reencontrase con Dios. Es una gran escuela de vida cristiana, o una clínica cristiana donde se están curando las heridas y enfermedades del hombre moderno, que viene y cambia de vida.
¿Qué se le pasó por la cabeza cuando los seis niños dijeron haber visto a la Virgen?
-Lo pasé muy mal. Lo primero que pensé era que los chicos estaban siendo manipulados por los comunistas. Luego pensé que estaban bajo el efecto de drogas, pero les hicieron análisis y estaban sanos. Al comenzar las persecuciones, eliminé también a los comunistas como promotores de la mentira.
-Usted, contrario al principio a aceptar el testimonio de los niños, de repente cambió de actitud, ¿por qué?
-El domingo después de misa pedí a los parroquianos que vinieran por la tarde: la iglesia se llenó y les dije: “Nuestra fe no puede ser una simple curiosidad. Tenemos a Jesús aquí. No dudamos que Cristo está presente en la Eucaristía, pero yo dudo mucho que la Virgen esté en la montaña. Si verdaderamente se aparece, no hay que tener miedo, lo demostrará con signos. Vamos a rezar para que el Señor nos haga ver”, y comenzamos a orar. Pero cuando llegó el momento de la aparición les dije: “Vayan a casa, no vayan a la montaña”. Salí tras ellos y nadie me obedeció. Todos estaban en la montaña.
Me quedé muy triste y regresé a la iglesia. Abrí la Biblia y comencé a orar, por una señal: “Señor, Tú me has acompañado, me has manifestado siempre tu presencia, pero ante esta prueba tan dura, necesito una señal muy clara, como la que le diste a Israel cuando Moisés golpeó con el cayado y brotó agua”. En ese momento, me responde una voz interior que me dice: “Sal fuera y protege a los niños”. Yo lo siento claramente. Dejo la Biblia sobre el banco, salgo de nuevo y me topo con los seis niños, que vienen corriendo y llorando, muy asustados, porque les perseguían los militares para detenerlos. Me pidieron que los escondiese, y les dije: “Vayan a la sacristía y oren”. Enseguida llegaron los militares, y uno de ellos preguntó: “¿Has visto a los niños?”. Yo respondí: “Sí, los he visto”, y salieron corriendo al Podbrdo, sin preguntar nada más. Un día después la parroquia estaba de nuevo llena. La gente estaba asustada y los comunistas, inquietos. Entonces uno de los niños vino corriendo: “Padre, tengo un mensaje para la parroquia”. Lo agarré y lo puse de pie en el altar. Venía corriendo descalzo y sus huellas se quedaron marcadas sobre él. Él dijo: “La Gospa les pide que oren unidos, y Ella les protegerá”.
Esa semana los llevaron a Mostar, los interrogaron y los amenazaron. Les dijeron que si seguían diciendo que veían a la Virgen, irían a la cárcel, que sus familias se quedarían sin trabajo, pero respondieron que no podían mentir, porque la habían visto. Yo nunca más les volví a preguntar.
Si un sacerdote de cualquier idioma viene a Medjugorje, encontrará peregrinos que hablen su lengua. Si se pone a confesar 4 ó 5 horas, enseguida, al día siguiente, comprenderá lo que es Medjugorje, sólo por el hecho de sentarse en el confesionario.
Si un hombre sin fe y sin formación viene a Medjugorje una semana, sólo mirando, enseguida verá lo que es ser cristiano. Puede verlo y recibirlo a través de la Iglesia que se une en la parroquia, en familia. Se verá en medio de un océano de oración, y recibirá la gracia para conocer y acercarse a Dios.
El hombre que no es practicante aquí se convierte en practicante, porque es una alegría convertirte y participar como los demás, porque Medjugorje es un lugar donde el hombre puede ver la otra medalla nueva del cristianismo y de la Iglesia que está escondida en la vida cotidiana. Medjugorje es un lugar donde el hombre se encuentra en casa, donde ha ido al origen de su propia fe. El hombre sin fe es como el hombre que ha perdido los documentos, un ‘sin papeles’. No puede explicar quién es, de dónde viene, no sabe qué hace, no le puede creer nadie, porque no puede demostrar nada. Es un hombre que ‘falta’. Pero cuando uno llega a Medjugorje, enseguida se da cuenta: “¡Éstos son mi nombre y mi apellido, ésta es mi comunidad, éste es mi camino, ésta es mi realidad, mi Dios, ésta es mi iglesia!
Hasta enero de 2009, el padre Jozo recibía en el monasterio de Siroki Brijeg a los miles de peregrinos que querían oír de viva voz su testimonio y su prédica, y recibir la bendición de Dios a través de sus manos. También realizaba retiros en diferentes idiomas, por lo menos 16 al año. Hoy en día, los peregrinos siguen yendo a visitar este lugar, sobre todo para colaborar con la obra, adquiriendo los libros del padre Jozo: “He aquí a tu Madre”, “Como Ella pide”, “El Rosario, la oración simple”, “Los mensajes mensuales de la Reina de la Paz de Medjugorje”, “La Novena a los mártires de Siroki Brijeg”, “El Via Crucis”.
En 1992, Juan Pablo II, mientras le estrechaba fuertemente la mano le dijo: “Proteged Medjugorje”.
El padre Jozo es un hombre de profunda y espartana espiritualidad, piadoso, poseedor de un carácter y un carisma arrebatador, que ha generado tanta admiración como reservas allí por donde ha pasado toda su vida. La admiración le viene dada por su carisma evangelizador, por su celo apostólico y por su oración casi incesante. Es, desde sus tiempos de seminarista, un enamorado de Cristo cuya vocación creció bajo el martirio de los treinta franciscanos que fueron asesinados en su parroquia, por el ejército comunista, en 1945, cuando él era apenas un niño de cuatro años.
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