LA SOBERBIA
La Soberbia es amarte demasiado a ti mismo, y te hace despreciar a Dios y a los demás.
Eres soberbio cuando crees que tú puedes hacerlo todo, que no necesitas de Dios ni de los demás, cuando te crees mucho ( que tú eres el mas listo, el mas perfecto y los demás son unos tontos), cuando eres presumido o te gusta llamar la atención, cuando quieres que todo se haga como tú quieres, cuando crees que todo te lo mereces, cuando sólo hablas de ti.
La soberbia recibe este nombre del hecho de que alguien, por su voluntad, aspira a algo que está sobre sus posibilidades. Por eso dice San Isidoro en sus Etymolog. : Se la llama soberbia porque quiere aparentar más de lo que es, y a quien desea sobrepasar lo que es, soberbio. Y es propio de la recta razón el que la voluntad de cada cual busque lo que le es proporcionado. Por eso es claro que la soberbia lleva consigo algo que se opone a la recta razón, y esto constituye pecado, ya que, según Dionisio en De Div. Nom., el mal del alma consiste en apartarse de la recta razón. Es, pues, evidente que la soberbia es pecado.
Hay dos tipos de soberbia; una que es vivida como pasión, que comporta un afecto excesivo, vehemente, ardoroso, que llega a ser tan intenso que nubla la razón, pudiendo incluso anularla e impedir que los hechos personales se vean con una mínima objetividad.
La otra es percibida como sentimiento cursa de forma más suave y esa fuerza se acompasa y la cabeza aún es capaz de aplicar la pupila que capte la realidad de lo que uno es, aunque sólo sea en momentos estelares. Entre una y otra deambula la soberbia, transita, circula, se mueve y según los momentos y circunstancias hay más de la una o de la otra.
Ante la soberbia dejamos de ver nuestros propios defectos, quedando éstos diluidos en nuestra imagen de personas superiores que no son capaces de ver nada a su altura, todo les queda pequeño.
La soberbia es más cerebral, se da en alguien que objetivamente tiene una cierta superioridad, que realmente sobresale en alguna faceta de su vida. Facetas concretas de su andadura tienen un relieve que las realzaba sobre los demás.
Síntomas de la soberbia:
1.- Aire de suficiencia que refleja un bastarse a sí mismo y no necesitar de nadie. Engreimiento que esculpe y hace hierático el gesto y lleva al hábito altanero.
2. Susceptibilidad casi enfermiza para cualquier crítica con un cierto fundamento; gran dificultad para pasar desapercibido; tendencia a hablar siempre de sí mismo, si éste no es el tema central de conversación, enseguida decae su interés en la participación y el diálogo con los demás.
3. La soberbia entorpece y debilita cualquier relación amorosa. Cuando alguien tiene un amor desordenado a sí mismo como el descrito, es difícil darse a otra persona y poner los sentimientos y todos sus ingredientes para que esa relación se consolide.
4. En la soberbia se hospeda una obsesión exagerada por uno mismo, que ha ido conduciendo a una excesiva evaluación del propio mérito. Y afloran términos como alardear, jactarse, vanagloriarse.
El Papa ha advertido de que el orgullo y la soberbia son los dos "peores" pecados en los que pueden caer los católicos, que pueden caer en la tentación de "presumir de ser mejores que otros
La soberbia es considerada por la teología católica como uno de los siete pecados capitales. En casi todas las listas de pecados, la soberbia (en latín, superbia) es considerado el original y más serio de los pecados capitales, y de hecho, es la principal fuente de la que derivan los otros.
El peor tipo de soberbia es la soberbia espiritual, bajo la cual el individuo toma la espiritualidad como un camino para enaltecer su ego, emprendiendo la marcha desde una perspectiva que supone evolucionada y cree verdaderamente espiritual.
LA AVARICIA
La avaricia o codicia es un pecado de exceso al igual que la lujuria y la gula, pero el exceso se manifiesta en el deseo de poseer bienes materiales y riquezas de forma irreflexiva. Los avaros quieren tener grandes cantidades de objetos o de dinero que sobrevaloran.
En el griego del Nuevo Testamento se denomina con las expresiones “amigo del dinero”, “codicioso” o “ávido de ganancias sórdidas”. La avaricia es un vicio que daña al hombre y le impide usar de los bienes que posee, lo hace insensato y duro para con sus semejantes.
La avaricia se puede manifestar en muchas formas muy diferentes, que tengan en común el deseo irrefrenable de acumular bienes o posesiones, o el amor desmedido a los mismos, tales como: Negarse a ayudar al prójimo en desgracia teniendo los medios para hacerlo y sin que ello suponga un gran sacrificio personal.
Lucas 16,19-31 – El rico Epulón y Lázaro
"«Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico... pero hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. «Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: "Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama." Pero Abraham le dijo: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros." «Replicó: "Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento." Díjole Abraham: "Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan." El dijo: "No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán." Le contestó: "Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite."»"
Reflexión:
Es interesante ver en este evangelio cómo el rico sólo se acuerda de Lázaro cuando necesita de él. En su vida, nunca le tuvo presente para ayudarle a tener una vida más digna. E igualmente, en nuestra vida, muchas veces pasa lo mismo. Sólo nos acordamos de los demás para nuestro propio provecho y bienestar.
El rico se fue para el infierno no por sus bienes, sino porque dedicó toda su vida a satisfacer su propio gusto, en vez de haberla empleado en hacer obras de misericordia.
Todos los bienes y talentos que recibimos de Dios son para servir a los demás. Muchas veces no podremos ayudar materialmente, pero podemos dedicar nuestro tiempo, dar una sonrisa, unas palabras amorosas. La mejor forma de transmitir a Cristo, de evangelizar el mundo, es con nuestro ejemplo, con la donación de nuestro tiempo a los demás, tiempo que es la mayor riqueza que tenemos.
¿Qué dice la Biblia sobre la ambición al dinero?
Dice la Biblia: “El que toma prestado es siervo del que presta” (Proverbios 22:7).
Dice la Biblia que no es malo ser rico, pero sí es malo amar el dinero; que no es malo ser pobre, pero sí gastar el dinero en cosas triviales.
LA IRA
Vamos imaginar cuando salen de la iglesia hoy, que un pájaro deja caer su suciedad en tu ropa fina. Normalmente, como la mayoría de la gente, cuando descubren el sucio de pájaro en su ropa sienten una emoción como el enojo. Nosotros no somos capaces de controlar lo que sentimos inmediatamente. Su primera reacción, su primer ira no es su culpa. Esto no es pecado. No hay pecado en emociones como la impaciencia o la ira. La Ira puede ser emoción o pecado. Comienza como emoción, pero todavía no es pecado.
Sin embargo, la posibilidad del pecado se presenta inmediatamente.
La emoción es natural, un don de Dios. Ahora, vamos imaginar que casi inmediatamente después de que descubres el sucio del pájaro, comienzas a gritar maldiciones y quizás a tirar piedras al pobre pájaro. Eso es su decisión.
Su primer enojo o impaciencia emocional no fue su culpa. Pero, las maldiciones y acciones fueron totalmente su decisión. Dios nos dio nuestras emociones. La emoción del enojo al principio no puede ser pecado. Pero su decisión a seguir su enojo y tomar mas pasos es totalmente suyo. El pecado requiere su decisión y acción, después de la emoción.
Si vamos a aprender que es el pecado, entonces tomen en cuenta que todos tenemos emociones, nuestra razón, y nuestra voluntad. Nunca es pecado una simple emoción.
Ahora, vamos considerar que alguien les bloquea su salida en el estacionamiento.
LA GULA
Es un placer desordenado por los alimentos o bebidas. No solo comprende el comer sin hambre (por decirlo de alguna manera), sino también el cultivar el gusto por cierto tipo de comidas o bebidas que van en detrimento de la salud propia, o que por su carácter de lujosas van en contra del alcance económico personal.
El camino para evitar o desarraigar este vicio en nuestras vidas es la práctica de la templanza. Ella nos conduce a evitar todo tipo de excesos o abusos y nos acerca a Dios y a los demás, por medio de una vida en sencillez.
Este deseo puede ser pecaminoso de varias formas:
1- Comer o beber muy en exceso de lo que el cuerpo necesita.
2- Cortejar el gusto por cierta clase de comida a sabiendas que va en detrimento de la salud.
3- Consentir el apetito por comidas o bebidas costosas, especialmente cuando una dieta lujosa está fuera del alcance económico
4- Comer o beber vorazmente dándole mas atención a la comida que a los que nos acompañan.
5- Consumir bebidas alcohólicas hasta el punto de perder control total de la razón. La intoxicación injustificada que termina en una completa pérdida de la razón es un pecado mortal.
La virtud de la templanza conduce a evitar toda clase de exceso, el abuso de la comida, del alcohol, del tabaco y de las medicinas. Quienes en estado de embriaguez, o por aflicción inmoderada de velocidad, ponen en peligro la seguridad de los demás y la suya propia en las carreteras, en el mar o en el aire, se hacen gravemente culpables (CIC 2290).
La propagación de la gula hizo florecer y consolidar, la formidable industria de fármacos que en apariencia ayudan a la disminución del volumen corporal. Se sugieren programas gimnásticos costosos, con instrumentos flamantes para hacer ejercicios y masajes. Algunos son dañados física y económicamente, por los comerciantes sin escrúpulos que se aprovechan de las pesadumbres de un obeso que quiere recuperar su anterior figura. Estudiosos de la dieta, psicólogos, psiquiatras, endocrinólogos, brujos y hechiceros, se benefician de los gordos que quieren curar su enfermedad.
Algunos habituales bebedores de licor, cuando se les quiere ayudar para que dejen ese hábito, argumentan que Dios no está contra ese vicio, pues Jesucristo hizo el milagro del vino en las bodas de Caná de Galilea y en la Última Cena. Un resabio que lesiona la personalidad y enferma el cuerpo, no debe escudarse en el significado que tiene en la Santa Misa una pequeña porción de vino mezclada con agua, para representar la Sangre de nuestro Señor Jesucristo en la Última Cena, acompañado de sus discípulos. Tampoco se deben confundir las pocas ocasiones en que aparece el vino en el Evangelio, con las profusas orgías de licor, tabaco y sexo que realizan los alejados de Dios. Es infernal refugiarse en los hechos bíblicos, para defender los excesos mundanos, donde reina la inmoralidad.
Casi igual ocurre con la industria tabacalera. Si se hace una analogía de su producción con la del licor, casi no hay diferencia en lo relacionado con su fabricación.
El tabaco ocasiona diversas enfermedades y al igual que el alcohol, son múltiples los informes científicos que revelan el deterioro gradual de la salud, por el exagerado consumo de cigarrillos y puros. Son asombrosas las estadísticas anuales de muertes causadas por este terrible hábito, debido a los carcinomas pulmonares, de garganta, de esófago, de laringe, de la boca y los infartos. Los que se salvan porque dejan de fumar, quedan lesionados en el sistema respiratorio y otras partes del organismo. Su recuperación es paulatina.
Los resultados malignos del licor y del tabaco, tienen similitud con los de las denominadas drogas prohibidas: Marihuana, cocaína y otras. Estudios realizados demostraron que a mediano y largo plazo, el consumo de esas bazofias, acarreará a la muerte.
Recordemos estas Palabras del Evangelio:
Eclesiástico 31, 12 al 30:
“Ya estás sentado en la mesa del banquete, no trates de tomar todo, así no tropezarás con tu vecino en el plato... Come en forma educada todo lo que te sirvan y no seas glotón para que no te desprecien... No seas insaciable y así no tendrás tropiezos... Insomnio, vómitos y cólicos le esperan a un hombre glotón... Con el vino no te hagas el valiente, pues muchos se han perdido por él... Dolor de cabeza, amargura y vergüenza, es el vino si bebes en exceso para después tambalear. La embriaguez enfurece al insensato, hasta llevarlo a los disparates. Le quita las fuerzas y es causa de heridas”.
La gula azuza la oferta de promesas, para atrapar minucias. Hacen largas caminatas, avanzan arrodillados por largos trayectos, se trasnochan en prolongadas vigilias, invocan Santos a quienes ofrecen cualquier enmienda. Aunque todo eso, efectuado con ánimo de conversión y de culto al Señor es bueno, deben ajustarse a las capacidades físicas y espirituales y no para consentir vanidades.
LA PEREZA
Por la pereza, muchos experimentan tristeza en lugar de alegría o entusiasmo por seguir a Dios y recibir una vida humana transformada.
Están angustiados ante la perspectiva de lo que podría pasar en caso de abrazar la fe más profundamente.
La pereza también tiende a olvidar el poder de la gracia, centrándose en el «problema» o esfuerzo que implica el ser cristiano, en lugar de entenderlo como una gracia, como una obra de Dios.
Muchas personas hoy en día equiparan la pereza con las pocas ganas de trabajar. Pero la pereza no es simplemente eso; se entiende más bien como la tristeza o indiferencia.
Aunque la pereza a veces puede tener que ver con el aburrimiento y la desgana hacia el logro de bien espiritual, también puede manifestarse con un «meterse a lo loco” en las cosas del mundo a fin de evitar las preguntas espirituales o vivir una vida reflexiva.
La pereza suele manifestarse como una especie de letargo, un aburrimiento que parece que no puede sentir ningún interés, energía, alegría o entusiasmo por los dones espirituales. Estas personas pueden ser entusiastas acerca de muchas cosas, pero Dios y la fe no están entre ellas.
El aburrimiento parece haber aumentado en los tiempos modernos y esto alimenta la pereza. En efecto, hoy estamos hiper-estimulados.
Desde el momento en que despertamos hasta que nos caemos en la cama al final del día, casi nunca hay un momento de silencio o un momento en que no estamos siendo bombardeados por imágenes, a menudo vacilantes y rápidamente cambiantes.
Esta hiperestimulación provoca que cuando nos encontramos con cosas como la oración silenciosa, o se nos pide que escuchemos durante un período prolongado, o cuando la imagen no está cambiando lo suficientemente rápido, nos aburrimos fácilmente.
¿Existe remedios contra la pereza? Si hay. Y debemos pelear fuertemente contra nuestra flojera espiritual y buscar ayuda en la oración y en los Sacramentos. Debemos recordar siempre el día de nuestro juicio final.
Hay muchas devociones que nos puede ayudar a volver al amor. Sobre todo cualquier acto de devoción es útil en esta lucha: La lectura espiritual, la Biblia, el Rosario, la Misa diaria, Confesión frecuente, pero sobre todo, la devoción al Espíritu Santo será muy eficaz.
LA ENVIDIA
La envidia corresponde al sentimiento de pesar ante el bien o el éxito de terceras personas. En ese sentido, la envidia no es simplemente el deseo de tener lo que el otro posee, sino el deseo de que el otro no tenga bien alguno. Por lo tanto, la envidia es un vicio que lleva a desear el mal ajeno.
Dante Alighieri, en su obra, LA DIVNA COMEDIA define la envidia como el «amor por los propios bienes pervertido al deseo de privar a otros de los suyos.»; el castigo para los envidiosos era cerrar sus ojos y coserlos, porque habían recibido placer al ver a otros caer.
Desde un punto de vista clínico la envidia se manifiesta “Cuando una persona se obsesiona y deja de vivir por estar pendiente de su vida o en este caso en la vida de su adversario, de su entorno, y entre otras cosas siente agobio por cada uno de sus triunfos… Aparte de mostrar signos graves de inferioridad, te muestra que estas tratando con una persona psiquiátricamente enferma.”
La envidia es falta gravísima, cuando nos incomoda y angustia a tal grado el bien o los bienes materiales del otro, que deseamos verlo privado de aquellos bienes que legítimamente a conseguido y al que, nosotros, por nuestra impotencia, no hemos logrado conseguir.
De esta manera, este deseo de ver privado al otro de sus bienes nos puede conducir a procurar, por todos los medios, a efectivamente quitarle esos bienes o de hacer ver, con el uso del chismorreo, que aquel no debería poseer lo que posee. La mentira, la traición, la intriga, el oportunismo entre otras faltas se desprenden de esta tristeza frente al bien ajeno y a nuestra propia incapacidad de acceder a tales bienes.
Ejemplo 1: Belleza
Ya se sabe que existe el dicho de que "la suerte de la fea, la guapa la desea", pero también es cierto que mucha gente siente envidia de la guapura de otros. Es un pena, porque esta es subjetiva, y puede que a mí me guste alguien que tú no encuentres atractivo. Para gustos. colores.
Ejemplo 2: El dinero
Lamentablemente, en el mundo hiper capitalista en el que vivimos parece que lo único que cuenta en una persona es que tenga dinero. Y en realidad, hay quien piensa que no hay persona más pobre que el que solo tiene dinero. Además, no es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita.
LA LUJURIA
La lujuria (en latín, luxuria, 'abundancia', 'exuberancia') es usualmente considerada como el pecado producido por los pensamientos excesivos de naturaleza sexual, o un deseo sexual desordenado e incontrolable. En la actualidad se considera lujuria a la compulsión sexual o adicción a las relaciones sexuales.
Se es lujurioso cuando buscamos el placer sexual por sí mismo, porque se siente a todo dar, no importando que sea antes o fuera del matrimonio, no importando que ofendas a tu pareja, no importando que solo tu sientas bonito y tu pareja no, no importando lo que se haga para no quedar embarazada. Los deseos y actos son desordenados cuando no se conforman al propósito divino, el cual es propiciar el amor mutuo de entre los esposos y favorecer la procreación.
Como todo pecado capital, la lujuria origina otros pecados:
1. La fornicación: relaciones sexuales antes o fuera del matrimonio cristiano
2. La masturbación, los actos homosexuales, la pornografía, mal terrible de nuestra época por su difusión masiva y casi compulsiva por el Internet.
3. La pederastia, la violación, la prostitución.
¿Qué cosas nos conducen a la lujuria?
Películas, fotografías, imágenes, en fin, todo aquello que estimulen pensamientos y deseos contrarios a la castidad y/o que nos lleven a pecar de lujuria. Al ponernos en ocasión de pecado, ya estamos pecando.
Es necesario entonces reconocer y obedecer el sentido que Dios ha dado a la sexualidad, aunque el mundo nos venda otra cosa. El mundo nos vende la búsqueda del placer sexual, porque con eso nos sentimos supuestamente libres, realizados y felices. Y comenzamos a centrarnos en nosotros mismos, buscando el placer sexual, olvidándonos de Dios, de cómo nos creó y para qué puso en el ser humano la sexualidad. Seguir al mundo en cuanto a la lujuria definitivamente es desviarnos del plan de Dios desde el momento de la creación del ser humano.
El corazón, que está hecho para amar, y la razón, que es para razonar, son manejados por el deseo carnal, que es lo más inferior de nuestra naturaleza. No es que sea malo el deseo carnal (si fue puesto por Dios, no es malo: lo malo es el uso que le demos). Un ejemplo puede servirnos para entender el mal uso que puede dársele a algo que Dios nos ha dado. Dios nos dio los dientes para morder, rasgar y masticar los alimentos. Pero si una persona agresiva decide usarlo para maltratar a los demás mordiéndolos, está cambiando la finalidad de una cosa buena para hacer algo malo que termina por desvirtuar el fin para el que fue hecho.
La Lujuria es un pecado contra el Sexto Mandamiento y es una ofensa contra la virtud de la castidad.
Recordemos que Dios ideó el sexo como algo hermoso y que tiene dos fines:
- Unir a la pareja, por eso sólo se vale dentro del matrimonio.
- El acto sexual siempre debe estar “abierto a la vida” y no usar métodos anticonceptivos que pongan en riesgo la vida de la pareja y de los bebes que se puedan concebir.
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